El engaño populista | obra publicada en 2016 | por Axel Kaiser y Gloria Álvarez
El populismo, la estrategia perfecta llevada a cabo por quienes desean llegar al poder político mediante el uso de palabras clave como armas de fuego, el enfrentamiento entre clases y una alta dosis de filosofía barata.
¡Vaya!, me resulta muy familiar esto del populismo aquí en España, ¿y a ti? ya sabes a qué me refiero… el juego eterno de derechas e izquierdas, fachas y rojos, los pobres obreros y los malvados y ricos empresarios, el antipueblo de la casta, etc.
Vivimos un auténtico drama populista interminable, y a pesar de ver como nos mienten y nos roban en la puta cara, siguen ganando los de siempre, aunque ahora esté la situación más fragmentada que nunca.
En política, el populismo es una estrategia muy utilizada por los políticos para atraer el interese de los votantes. Los populistas suelen jugar la carta del victimismo, es decir, vende la idea de que una clase es oprimida y explotada por otra, siendo esta última -la explotadora-, la causante de los problemas que sufren el resto.
El populista siempre se pone del lado de los oprimidos, para un mayor acercamiento a ellos, mostrándoles al enemigo, el causante de todos sus males. Estos pueden ser por ejemplo; los empresarios, los ricos, la casta, los hombres blancos y heterosexuales, los que vienen de otro país y te quitan el trabajo, el capitalismo que es un sistema explotador o el mismísimo fantasma de Franco.
El populista siempre tiene como objetivo conseguir el poder a cualquier precio. Para ello, es tan fácil como vender la idea de que se van a solucionar los problemas que afectan a la sociedad, aplicando medidas simples pero atractivas y fáciles de asimilar. Además, pretende mejorar la situación y la calidad de vida de los ciudadanos sin que estos tengan que hacer absolutamente nada, como por arte de magia.
Aunque en el corto plazo pueda parecer que la cosa marcha fenomenal y estamos en la Champions League de la economía, luego vienen los días de resaca, y entenderemos que el populismo es una farsa y no es nada rentable a largo plazo.
El populismo siempre es ESTATISTA, y cuando la economía no funciona por culpa de las regulaciones, la burocracia, impuestos elevados, tasas arancelarias, ventajas fiscales a grandes empresas, monopolios, emisión de deuda, inflación y chiringuitos políticos, al mismo tiempo que se desincentiva el emprendimiento y se castiga más a quienes generan mayores beneficios, la culpa NUNCA recae sobre el estado ni los políticos, sino que se le echa al capitalismo y a los empresarios. No falla, es la coartada perfecta del populista estatista, al fin de al cabo, la mayoría de la gente no sabe nada de economía, no entiende cómo funciona el mercado y tampoco conoce los fundamentos del sistema económico capitalista.
Si bien es cierto que el populismo, la demagogia, la censura y la manipulación atentan contra una justa y sana democracia, más allá de estos miserables y sus mercenarios vendidos al régimen político que hacen eco en sus medios de comunicación, la solución está en nuestras manos, ya que somos -o intentan a toda costa que seamos- los tontos útiles que caigamos en sus telarañas.
Por tanto, la realidad que hay que aceptar desde ya, -y por triste que sea-, es que hay demasiados tontos útiles en nuestro país. Son sin duda la presa fácil del populista, quien acostumbrado a decir lo que su pueblo quiere oír dejando al margen la realidad a la que estamos sometidos, termina por engañar a una parte de la población con el fin de obtener el poder mediante el voto en las urnas.
El populista tiene muy claro cómo debe hablar a las masas, se trata de vender ideas fáciles de digerir, soluciones simples y atractivas para los oídos, y afrontar así los grandes problemas que sufre el país. No tiene límites a la hora de hacer demagogia, sacar las cosas de contexto y manipular a la población. Frente al populismo: los DATOS, los datos desmontan el relato.
El estado tiene el control de la educación, el control de los medios de comunicación y, por si fuese poco, rompe con uno de los pilares fundamentales de cualquier democracia: La división de poderes.
Todos hemos sido testigos de cómo el gobierno ignora una de las reglas más importantes del funcionamiento de una democracia, colocando, por ejemplo, jueces de sus propios partidos dentro del poder judicial. Esto le acaba otorgando mayor poder sobre la sociedad y proteccionismo frente a la oposición.
Como vía para hacer frente al decálogo populista, debemos de hacer uso de las nuevas tecnologías.
Está ocurriendo algo de lo que muchos todavía no son conscientes, y en absoluto debemos dejar pasar por alto. Vivimos en una época donde tenemos acceso a todo tipo de información, sin embargo, hay una brutal desinformación, mientras que en las redes sociales como Twitter y Facebook, se han alcanzando niveles de censura nunca vistos hasta ahora.
La manipulación y la demagogia en televisión, periódicos y programas de radio politizados y que desconocen por completo qué es la imparcialidad en el apasionado mundo del periodismo, están continuamente sembrando el caos sobre una sociedad que ya no sabe a quién creer a cerca de lo que es verdad o lo que es mentira.
El colmo sin duda se vivió durante la pasada pandemia por el COVID19, donde empresas verificadoras de fake news, se tragaron y difundieron bulos al mismo tiempo que tachaban a otras noticias como tal, y luego, con el paso de los días se demostraba lo contrario. Y todo por culpa de la propaganda masiva de medios interesados en la desinformación de los usuarios.
Lo más grave de todo, es que muchos de esos bulos se originaron a través de la nefasta información trasmitida desde el propio gobierno. Por no hablar de noticias falsas divulgadas desde las propias cuentas oficiales del gobierno de España en redes sociales, y repetidas en varias ocasiones en bocas de altos cargos obsesionados con la violencia de género. Se llegaron a difundir hasta dos casos de asesinato machista que finalmente fueron desmentidos, obligando al gobierno y sus medios más afines a rectificar. Las pruebas realizadas sobre las dos mujeres víctimas, demostraron que no hubo agresiones por parte de sus parejas, y que en realidad, se habían suicidado.
El suicidio es un tema tabú, pese que las estadísticas de personas que acaban quitándose la vida en España son espantosas. El suicidio es la primera causa de muerte no natural, muy por encima de los accidentes de tráfico, y la mayoría que se quitan la vida suelen ser jóvenes. Según varios estudios, la principal causa de suicidio derivan de problemas económicos. Aunque esto al estado no le interesa, porque, -y aunque suene grotesco- los muertos no votan.
Ya que estamos, dejo un par de capturas con datos sobre el suicidio en España durante 2018. (Datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadísticas)
Total: 3.539 personas, de la cuales 2.619 fueron hombres (74% del total) y 920 fueron mujeres. (Datos del INe sobre suicidios por edad y sexo – 2018)
Lo se, me he desviado un poco del tema principal, pero el motivo de por el que esta tragedia no tiene la visibilidad en los medios que debería, es porque no tienen intención de mostrar que hay muchas personas en la sociedad que, viviendo un auténtico drama, no encuentran opciones de salir adelante. Deudas imposibles de pagar, desempleo, acoso y maltrato, falta de oportunidades, dependencia económica, problemas con drogas… en definitiva, falta de libertades individuales.
El engaño populista | obra publicada en 2016 | por Axel Kaiser y Gloria Álvarez
En España predomina una mentalidad anticapitalista. La creencia de que la base del capitalismo es la explotación del trabajador y no el ahorro y la acumulación de capital, conlleva a ser visto como un modelo dañino para las clases bajas y la economía del país. Por dichos motivos, gran parte de la sociedad considera necesaria la presencia de un estado fuerte que controle la economía y plantee medidas para la redistribución de la riqueza.
La redistribución de la riqueza es algo que suena muy pero que muy interesante para las masas con poco poder adquisitivo. Esto ha traído medidas como:
1- La subida del salario mínimo interprofesional (SMI) sin bajar los impuestos.
2- El ingreso mínimo vital (IMV)
A continuación, explicaré por qué son medidas populistas que no solucionan los problemas reales, mas bien son parches que ocultan grandes intereses partidistas.
¿Por qué subir el salario mínimo pero no bajar los impuestos?
¡Nada más atractivo que subir los sueldos!, ¿verdad? Pero subir el salario mínimo interprofesional a la vez que mantienes los impuestos por las nubes, es un engaño populista de manual, y la explicación es bien sencilla.
Subir el salario mínimo hará que las personas que trabajan y perciben el sueldo mínimo establecido por ley, disfruten de un incremento de su poder adquisitivo y puedan ahorrar un poco más a final de mes.
Sin embargo, como ya habíamos explicado anteriormente, el SMI supone un obstáculo a la hora de crear nuevos puestos de trabajo en las pequeñas y medianas empresas. Por tanto, la subida del salario mínimo afecta negativamente al crecimiento de muchas empresas sobre todo las que se están iniciando en su actividad. En cambio, a las grandes empresas no les afecta realmente, ya que obtienen grandes beneficios y pueden perfectamente seguir creciendo y contratando a más personas pese a la subida del sueldo mínimo, ya que es algo que podrían afrontar sin demasiado esfuerzo. Además, las grandes empresas suelen remunerar a sus trabajadores por encima del SMI, por lo que la gran mayoría no se ven afectadas por la nueva subida.
Si las personas que trabajan tienen mayor poder adquisitivo, seguramente consuman más, lo que llevaría a las empresas ganar más dinero. Sin embargo, es muy difícil llegar a una supuesta relación proporcional que determine que las empresas pequeñas ganen el dinero extra suficiente para poder costear su actual plantilla de trabajadores y nuevas futuras contrataciones.
La clave es, ¿por qué las empresas están obligadas a pagar a sus empleados una cifra en dinero que no está definida que se vaya a generar por la actividad desarrollada? Al fin de al cabo, en el mundo empresarial todo es incertidumbre.
La subida del salario mínimo interprofesional no acompañada de una bajada de impuestos de manera proporcional, es una ruina para las PYMES, porque incrementa las dificultades a la hora de mantener y contratar a nuevos trabajadores, lo que se resume en un menor crecimiento empresarial y, con ello, menos oportunidades laborales.
Es habitual escuchar a personas decir que, si una empresa no tiene suficiente dinero para afrontar el salario mínimo con el que remunerar a sus empleados, lo justo es que cierre sus puertas, ya que hay que garantizar unos mínimos. Esto es equivalente a decir que, si el estado no puede garantizar un ingreso mínimo de 1.000€ para todos los ciudadanos sin que se suban los impuestos y los precios, ¡que se vaya!
¿Y por qué no bajar los impuestos para que así aumente también el poder adquisitivo de las familias y los beneficios de las empresas al mismo tiempo? Pues porque hay que seguir recaudando para que los políticos disfruten de su nivel de vida de lujo, y vender al mismo tiempo la panacea del estatista / tonto útil del estado, (la sanidad colapsada, el sistema educativo obsoleto y el fraudulento sistema público de pensiones) efectivamente, el denominado “estado de bienestar”, cuando la realidad es que la mayoría del presupuesto de los fondos públicos ni si quiera va destinado a financiarlo.
El fraude democrático y económico del Ingreso mínimo vital:
Con una economía estancada y un mercado laboral incendiado, la idea del percibir ayudas económicas es demasiado suculenta como para decir NO. Lo último ha sido el ingreso mínimo vital, una medida aprobada partitocráticamente, o lo que es lo mismo, antidemocráticamente. ¿Por qué digo esto? porque realmente no tenemos control sobre los políticos, simplemente votamos a quien consideramos que nos debe representar en el congreso de diputados, pero luego estos toman las decisiones sin tener en cuenta a los ciudadanos.
Una vez llegan al poder, hacen uso de la dedocracia, colocando (a dedo) a sus contactos en ministerios, puestos de asesorías, etc. Lo mismo a la hora de plantear medidas y aprobarlas sometiéndolas previamente a votación dentro del congreso. Aquí, en lo que nos tenemos que enfocar es, en quién paga verdaderamente esa nueva ayuda del ingreso mínimo vital, ¿la pagan lo políticos? por supuesto que no, la pagan principalmente las personas trabajadoras, que son las que más dinero aportan al estado. Entonces ¿no debería realizarse un referéndum y que estas personas trabajadoras determinen si se aprueba el ingreso mínimo o, de lo contrario, se rechaza la propuesta? ¿Cómo es posible que los partidos políticos tomen la iniciativa de manera unilateral (incluso en nombre de aquellos que permanecen sin empleo) y ejecuten esta medida?
Esta ayuda que no tiene fecha de caducidad establecida, ha sido aprobada de forma injusta y es impuesta por el gobierno, es decir, es totalitaria, no ha tenido en cuenta la opinión del pueblo que va a hacerse cargo de financiarla.
En suiza, por ejemplo, cuyos habitantes disfrutan de un mayor control sobre los políticos, algunos ciudadanos propusieron que se llevase a votación la aprobación de una renta mínima. Cumpliendo con los requisitos de un número mínimo de firmas, la propuesta se sometió a votación y el pueblo decidió rechazarla de forma contundente. De haberse aprobado, hubiese sido sin duda, una vía democrática y mucho más ética y respetable que la mera imposición del estado, como ha ocurrido en España.
Parece ser que el ingreso mínimo vital es una medida demasiado buena, por tanto, ha de ser impuesta a los ciudadanos. Estatismo en toda su excelencia.
Por otro lado, solo es otro de los innumerables parches que los políticos populistas implantan para tapar agujeros. El problema es la economía de las personas, lo cual se solucionaría con el incremento de la oferta laboral (más puestos de trabajos) y salarios más estables. Como esto no interesa, dado que la mejor fórmula para ello aspira a ser el libre mercado, lo que implicaría el menor control por parte del estado sobre la economía del país y grandes cambios en las políticas fiscales, la receta preferida del populista es establecer una renta mínima para que las personas tengan más dinero, eso sí, quitándoselo a otros sin previo consentimiento.
A esto, el populista de turno lo llamará justicia social, redistribución de la riqueza, conciencia de clase, etc. ¿La realidad? un robo por parte del estado y una medida injusta que atenta contra de la naturaleza del mercado y el patrón del dinero.
Finalmente, tenemos como resultado otra ayuda más proporcionada por el estado con el dinero de los contribuyentes, el mismo estado que explota a los autónomos y asfixia a las pequeñas y medianas empresas, porque a las grandes corporaciones que ejercen mayor presión y pueden amenazar con trasladarse a cualquier otro rincón de este mundo globalizado, dejando decenas de miles de personas en la calle. Es por ello que las grandes empresas pueden negociar ventajas fiscales. Al final, lo que más pagamos somos los que no tenemos vías para escapar de las manos del estado.
Menos hacer caridad con el dinero ajeno y más libertad, iniciativa emprendedora y crecimiento económico. Como diría Javier Milei: «Con el culo ajeno todos somos putos».
Todo vale cuando se trata de alzarse con el poder político y retenerlo. Es ahí donde el clientelismo juega un papel clave, otorgando bienes materiales y privilegios a una parte de la población que está dispuesta a entregar su voto a quien le provee.
Cuando el estado posee control sobre el marco económico, así como de un gran número de instituciones, el clientelismo se dispara a golpe de enchufismo, dando apertura al parasitismo, empresas sin valor alguno y la creación de administraciones paralelas que chupan a destajo del dinero de todos los contribuyentes. (Esto último, los andaluces lo conocemos muy bien).
El liberalismo es la cura al populismo que promueve los valores que constituyen una sociedad libre, y defiende las libertades de las minorías frente a la imposición de las mayorías.
En una sociedad libre, un grupo de personas llegadas al poder, no podrían decidir sobre el futuro de los demás pese a estar representadas mayoritariamente por la sociedad. De modo, se respetarían las libertades individuales de cada persona a vivir su vida como quiera dentro del cumplimiento de la legalidad y el orden social que determina el marco de convivencia. Mas allá de las leyes que garanticen esta convivencia, el estado tendría poco o nada que hacer para controlar nuestras acciones e intervenir en nuestros resultados.
Una última intervención de Juan Ramón Rallo, autor del libro: Los 10 principios básicos del orden político liberal, para dar por terminado este artículo sobre el engaño populista e introducir los principios básicos de la ideología liberal / libertaria.